Ella necesita ser follada. No quiere,
pero necesita fornicar, como una comezón ardiente que está gritando para ser
arañada.
Su cuerpo se calienta sólo con el deseo de ser manejado y
presionado bruscamente contra la pared, las manos sobre su cabeza, su espalda
arqueada, su coño sobresaliendo para mí, y anhelando ser acariciado. Con una
mano firme alrededor de su cuello, uso la otra para hacer justo eso. Su humedad
cubre mis dedos y empiezo con caricias intensas. Acariciando sus labios de una
manera que reafirma quién es el dueño de su sexo. Ella se derrite en mis manos,
sin apenas ser capaz de levantarse, mientras empieza a sentir la intensidad
ardiente. Comienzo a penetrarla con un dedo y le digo que mantenga sus dedos
sobre mí. Sabe que si no hace lo que le digo, su culo será magullado en
cualquier momento. Dos dedos están ahora dentro de ella y follándola con tanta
fuerza que su cuerpo está zangoleteando arriba y abajo. Qué espectáculo tan a
la vista. Con cada empuje, ella se convierte en la encarnación del éxtasis.
Ella está gimiendo y susurrando con
una pasión profunda, se retuerce contra mi firme agarre. No puede escaparse,
pero puede sentir el poder de mi fuerza manteniéndola en su sitio. Es como si
ella estuviera follando mi mano, como si fuera mi pene de la manera que se está
restregando contra mí. Me retiro y la abofeteo en la cara, y le pregunto si mi putita
está disfrutando esto. Ronronea un “sí, señor” y continuo, hasta que se dobla
con un sexto y poderoso orgasmo. Está pagando su peaje con su resistencia. Su
cuerpo y mi mente están exhaustos y ella cae sobre mis brazos, la retengo con
mi compasión y fortaleza proporcionando refugio a su cuerpo drenado. Puse un
almohada debajo y la coloqué sobre sus rodillas.
A continuación, cojo una cuerda y ato
sus manos detrás, atadas firmemente a sus tobillos. Está inmovilizada y desgastada.
Pero, antes de que la permita descansar, tendrá el privilegio de saborearlo
primero. Con mi mano envuelta y enredada en la parte extrema de su cabello,
empiezo brutalmente a follarle su cara. Tirando de vez en cuando, para
inclinarme y abofetear fuerte su cara, sólo por mi placer sádico. Su
atragantamiento y lágrimas se convierten en una deliciosa combinación, el cual
hace que mi presión sea mucho más intensa, hasta que doy una sacudida y disparo
mi carga caliente a lo largo de su garganta. Acaricio la parte superior de su
cabeza, la miro y le digo: “Eres una sumisa muy buena.” Ella sonríe detrás de
sus ojos que son una mezcla de lágrimas y rimel en funcionamiento. Es tan tremendamente
hermosa en este estado de devastación.
La desato, la levanto y la llevo a la
cama para que se acueste. Le llevo un café helado y beso su frente. Me siento
en el filo de la cama y acaricio su mejilla despacio, mientras miro sus ojos sonrientes.
Ella está feliz y tranquila. Sí, necesitaba ser jodida, pero lo más importante,
ella necesitaba esto, todo esto, la aspereza, el cuidado suave y ahora, ambos
tenemos todo lo que necesitábamos.
Buenas tardes.
ResponderEliminarMe ha venido una frase a la mente;
"Te conozco como si te hubiese parido"
Un vinculo tan profundo es el que se establece en el D/s., que se pueden escuchar hasta los pensamientos...
Bello relato.
Saludos y buen fin de semana.
Poder saciar esa necesidad debe ser sublime.
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