viernes, 18 de agosto de 2017

¡Oh, Dios! esos deliciosos labios

Ese fue mi pensamiento, justo antes de que estuviéramos a punto de caer en un sueño profundo. De repente, me despierto con la necesidad de consumirte y probar esos deliciosos labios tuyos. Sientes los míos en tu hombro. Muerdes tu labio inferior, mientras amablemente muerdo tu cuerpo, marcando ligeramente tu piel. Nuestros cuerpos están juntos, como dos cucharas que se ponen una junto a la otra. Un ajuste perfecto.

Sientes que mi brazo se envuelve lentamente a tu alrededor, con deseo y una necesidad emanante. Sabes que estás a punto de ser cogida y no hay nada que puedas hacer al respecto. No es que quieras. Tus dientes se aprietan con firmeza y emites un gemido de pasión, justo ahora, que puedes sentirme dentro de tí.

Mi mano se desliza sobre tu cuerpo desnudo, como si lo estuviera explorando por primera vez. A pesar de que conozco cada centímetro, cada curva, cada parte de tí, todavía me excita hasta el final. El momento no podía estar más maduro con la pasión.

Mientras cojo con firmeza tu pecho, puedes sentir que beso tu espalda, comenzando a mitad de camino y trabajando a mi manera los lóbulos sensibles de tus orejas. A medida que mi presión se hace más pronunciada y hace eco a mis necesidades de una manera rítmica, de tal manera que, te dejas perder en tu propia y profunda necesidad de esa dulce relajación, y sientes que aumenta. Lentamente, entonces, empieza a intensificarse. La calidez de todo comienza a empujarte hacia el límite. Tu cuerpo empieza a temblar y dejas escapar un leve gemido, como si estuvieras hablando un lenguaje secreto.

Con cada movimiento de mis caderas, te acercas a tu explosivo final y tu cuerpo reacciona a cada una de mis embestidas contra tí, como si tu cuerpo estuviera diciendo: “Gracias, Señor,” cada vez que presiono más profundamente en tu interior.

Y en este momento sublime, donde toda tú, tu mente - cuerpo y alma me pertenecen -, no soy solamente tu Amo, sino que soy todo lo que eres en este momento y juntos, somos grandes y hermosos.

Te giro sobre tu espalda y me monto encima de tí para terminar. Finalmente, te alabeas, dejando que el orgasmo te rebase y agarras las sábanas con firmeza y arañas mi espalda en profundidad con tus uñas, gritando mi nombre, como si fuera el único nombre que alguna vez te importara.

Estabas tumbada, jubilosamente jadeando, desnuda, sólo llevando un resplandor y una sonrisa de satisfacción. Recorro con mis dedos arriba y abajo de tu costado, y despacio, acaricio tu pelo, tus caderas empujando hacia atrás, contra mí, deseando más, y cuando volvemos a empezar, susurras: “Gracias, dulce, mi dulce Señor.”

2 comentarios: