domingo, 27 de agosto de 2017

Piernas blancas

Tus piernas blancas me llaman en este claro de luna pálido, esparciéndose suavemente por el paisaje del banco de madera. Donde tu gracioso reposo, seduce a mis ojos.

 

Asombrado, motas de estrellas bailan en mis ojos. Tu cabeza hacia atrás, los ojos cerrados y respirando el mundo dentro de ti misma, veo tu alma parpadear.


Allí, detrás de nosotros, el bosque oscila y baila. No sopla el viento, y las nubes están perfectamente quietas, mientras los árboles gimen su frondosa canción para nosotros.

 

Mi mano está fuera y la sientes. Tus ojos, abiertos y los siento. El bosque está esperando y lo sentimos, llamándonos con oscuras promesas.


El banco que te sostiene fue cortado de los árboles que nos susurran. La mano que te ofrecen te llevará a los susurros, donde los espíritus de los demonios hacen que las hojas crujan en una noche sin viento. Y la negritud cuelgue pesada, como una capa sobre nuestras cabezas.

 

Vamos allí, tú y yo. A lugares donde jugamos nuestros juegos. Las reglas no habladas y peligrosas, porque no la tendríamos de otra manera.

 

De la luz de la luna pálida, a la noche más oscura. Mano a mano, caminamos hacia nuestro lugar sádico, ritualista, y tan místico.

 

La lujuria me alcanzará y yo te alcanzaré. Tus piernas blancas, solamente recordadas en la oscuridad. Cuando te empujo hacia abajo, entre las hojas podridas, y te abres, para explorar la depravación con una extremidad desprovista de moralidad.


Porque puedo perderme en el bosque, donde me pierdo entre los demonios. El lugar donde la negrura es absoluta y te rindes ciegamente por completo.


Donde los pecados no se pueden ver, no se necesita misericordia. Sólo se sienten bajo los árboles susurrantes. Te azoto, te magullo, te aporreo, te ahogo, te aplasto y te consumo.


Ahora estamos unidos, completamente. En la oscuridad, donde todo huele a decaimiento.  No tienes fin y no tengo principio. Somos infinitos, ilimitados, completamente libres.

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