Tus
piernas blancas me llaman en este claro de luna pálido, esparciéndose
suavemente por el paisaje del banco de madera. Donde tu gracioso reposo, seduce
a mis ojos.
Asombrado,
motas de estrellas bailan en mis ojos. Tu cabeza hacia atrás, los ojos cerrados
y respirando el mundo dentro de ti misma, veo tu alma parpadear.
Allí,
detrás de nosotros, el bosque oscila y baila. No sopla el viento, y las nubes
están perfectamente quietas, mientras los árboles gimen su frondosa canción
para nosotros.
Mi
mano está fuera y la sientes. Tus ojos, abiertos y los siento. El bosque está
esperando y lo sentimos, llamándonos con oscuras promesas.
El
banco que te sostiene fue cortado de los árboles que nos susurran. La mano que
te ofrecen te llevará a los susurros, donde los espíritus de los demonios hacen
que las hojas crujan en una noche sin viento. Y la negritud cuelgue pesada,
como una capa sobre nuestras cabezas.
Vamos
allí, tú y yo. A lugares donde jugamos nuestros juegos. Las reglas no habladas
y peligrosas, porque no la tendríamos de otra manera.
De
la luz de la luna pálida, a la noche más oscura. Mano a mano, caminamos hacia
nuestro lugar sádico, ritualista, y tan místico.
La
lujuria me alcanzará y yo te alcanzaré. Tus piernas blancas, solamente
recordadas en la oscuridad. Cuando te empujo hacia abajo, entre las hojas
podridas, y te abres, para explorar la depravación con una extremidad
desprovista de moralidad.
Porque
puedo perderme en el bosque, donde me pierdo entre los demonios. El lugar donde
la negrura es absoluta y te rindes ciegamente por completo.
Donde
los pecados no se pueden ver, no se necesita misericordia. Sólo se sienten bajo
los árboles susurrantes. Te azoto, te magullo, te aporreo, te ahogo, te aplasto
y te consumo.
Ahora
estamos unidos, completamente. En la oscuridad, donde todo huele a decaimiento. No tienes fin y no tengo principio. Somos
infinitos, ilimitados, completamente libres.
Que bello!
ResponderEliminarQué maravilla de texto...
ResponderEliminarAnacoreta