sábado, 13 de febrero de 2021

Crudo impacto

“Si sigues así, tendré que coger mi cinturón,” le dije a ella.

 

Palabras que, con toda seguridad, llamaron su atención. No sólo porque el cinturón sea algo de lo que hay que tener cuidado, sino porque golpea su perversión de una manera muy poderosa.

 

Hay algo muy autoritario en el acto de usar un cinturón para azotar a una sumisa. Desabrocharlo y deslizarlo alrededor de la cintura. La mirada del dominante sobre la sumisa no dice nada, tampoco es necesario, puesto que sus intenciones son claras. Las acciones hablan más que las palabras y este simple acto le grita a su naturaleza sumisa de la misma manera que el lobo le aúlla a la luna, haciendo que los pelos de su nuca se pongan de punta, su corazón se acelere y su vagina responda con una traidora demostración de lujuria.

 

Hay algo tan inmediato en el cinturón que, se siente mucho más como una extensión del dominante, de lo que lo hace un azotador o un látigo. Sí, se compran por amor con un trabajo en la mente, pero él no los usa, no tienen otro papel en su vida, no tienen una intimidad con él más allá del uso previsto. A diferencia del cinturón, el látigo o la fusta deben buscarse siempre en el mueble donde descansan. Sin embargo, el cinturón va siempre con el dominante. Sin importar dónde esté, siempre está a mano.

 

El cinturón es brutal, implacable, conoce bien su trabajo, ambos, y se ve como en casa, apretado en su puño o tal como lo está alrededor de su cintura. El cuero negro deja a su paso un rastro de verdugones al rojo vivo, quemando despiadadamente su huella en la piel de la sumisa y directamente, en otros puntos para ella, que son las marcas. Los moretones y las ronchas que persisten durante días o, incluso semanas, alimentan esa perversión de una manera tan poderosamente básica, que las sumisas los desearán cuando no los tengan.

 

Como una herramienta de impacto, el cinturón es rudo y duro, no se trata de una sesión larga de juego, pues al aumentar lentamente la intensidad, le permiten a la sumisa derrapar y revolcarse en ese lugar oscuro, donde el dolor y el placer se fusionan en algo más. El cinturón es inmediato, rápido y severo. Se trata de poder y fuerza y de que lo utilicen en contra de la sumisa y, como tal, es una parte deliciosamente cálida de la cruda intensidad desnuda de la dinámica de una relación D/s. Por lo general, a las sumisas, no les gustan el cinturón como juguete de impacto, pero aman con pasión lo que esa tira de cuero representa.


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