Ella
se inclinó. Él cogió el lubricante. El clic del tapón, cuando abrió el bote,
seguido de la frialdad del líquido pegajoso, goteando por su trasero. Al
extender el lubricante por la zona, sus
dedos se acercan, sumergiéndolos brevemente en el calor de su vagina, y luego, deslizando otro por la rigidez de su trasero. El suspiro suave de ella es
seguido por un gemido más profundo.
“Quiero
que folles mi culo,” le dice ella.
El
sonido de la cremallera de sus pantalones, ella mirando hacia atrás por encima
de su hombro para ver, cómo él vierte más líquido transparente en la palma de
su mano y luego, lo extiende despacio por la superficie de su vástago, ya duro
y erecto. Ver cómo él se toca de esa manera, cubriendo delicadamente su pene
con el líquido grasiento para poder penetrarla por atrás, hace que el interior
de ella se derrita. Su coño y su clítoris palpitando con anticipación.
“Quiero
que folles mi culo,” insiste ella.
Él
seca el exceso de lubricante de sus dedos contra la espalda baja de ella, y
luego, con una mano, alcanza sus caderas y la jala hacia él. Ella no necesita
mirar para saber que su otra mano todavía está envuelta alrededor de su hermosa
polla. Él la guía más hacia atrás para posicionarla, a medida que se acerca, y
ahora, ella puede sentir su dureza presionando firmemente contra su ano. Su
coño palpita entre sus muslos en un ataque, casi celoso de anhelo. La presión
dentro de ella es leve, empujando contra la abertura resbaladiza, y deja
escapar un leve gemido, cuando esa sensación y la anticipación de lo que viene
después, nubla sus pensamientos.
“Qué
deseas?” le pregunta a la vez que la aprieta contra él.
“Quiero
que me folles por el culo,” ella responde.
Tomarse su tiempo, disfrutar pacientemente del ritual y de la creciente necesidad de ella...
ResponderEliminarAbrazo
No te puedes imaginar cómo se puede disfrutar de una sumisa controlando los tiempos, la parsimonia adecuada y esa chispa erótica que tan buen sabor le da a los momentos íntimos.
ResponderEliminarBuen fin de semana