Todo
comenzó con un beso. Sin aquel beso, ella no sabría si se hubieran conocido el
uno al otro. Aunque, algunas personas están predestinadas a vivir juntas, por
lo tanto, no importa que estuvieran destinados a conocerse. Ella solía sentarse
y ver ese beso, dejando que su mente soñara y divagara, imaginando cómo sería
besada, imaginando cómo sería el hombre detrás del beso. ¿De verdad, era tan
apasionado como el beso le hacía parecer?
Él y
ella hablaron sobre el beso, lo que significaba para ellos, y ella le contó su
anhelo, y él convirtió la visión que tenía de ella en palabras sobre una página
en blanco. Ella se apresuraba todos los días a leer las palabras con la
esperanza de que él hubiera añadido más palabras a las del día anterior. Las
palabras eran como Viagra para ella. Hacían que su pulso se acelerara y su
respiración se agitara y la humedad se acumulara entre sus muslos. En los días,
que él no escribía más palabras, la decepción llenaba su estado de ánimo y ella
le escribía pidiéndole, suplicando, incluso rogándole más palabras. Ella vivía
para leer las palabras que él escribía para ella.
El
beso se convirtió en la historia de ambos, y el anhelo de ella creció, quería
el beso de verdad y soñaba con tener un momento con él, sentir sus labios y sus
manos sobre ella. Pronto, el beso se convirtió en una promesa, así que ella
esperó, esperó su momento y que, finalmente, el beso se diera de verdad. El
tiempo pasó y su corazón dio un vuelco de la alegría al terror, y lento, pero,
con toda seguridad, ella cayó.
Había
esperado tanto tiempo, ¿realmente, podría ella estar a la altura de su anhelo,
de sus expectativas? ¿Encajarían, chocarían sus narices o sus dientes? Él la
besó por primera vez en un aeropuerto, sus labios se encontraron con los de
ella. Una mano en la parte de atrás de su cuello reclamando su boca, y la otra,
en la parte baja de su espalda, acercándola para sí. Fue todo lo que él había
prometido y más, y fue sólo el primero. Durante las dos semanas y media
siguientes, se besaron, fueron apasionados, amorosos y gentiles, ásperos,
rápidos, lentos, largos, los labios de ella estaban doloridos y magullados,
hinchados y carnosos. La habían besado bien, y de verdad.
Hay
muchas cosas que una persona puede hacer por sí misma (ahora usa tu
imaginación). No estoy hablado sobre hacer café y, ni mucho menos de lo que se
puede compartir a través del milagro que es Internet, pero, no puedes besarte a
ti misma, porque no puedes. Al igual que estar en los brazos de alguien, sentir
su piel contra la tuya, la sensación protectora que los brazos de otra persona
te brindan, no pueden ser replicados de otra manera que no sea en persona. Sin
embargo, los abrazos se pueden encontrar en otros lugares y en un ambiente
acogedor. La cama hace mucho para sentirse protectoramente relajada, pero, es
el beso, el que no puede encontrarse en ningún otro lugar que no sea con él, y
esperar ser besada de nuevo, tener su boca y sus labios, reclamados por él.
Sentir su lengua presionando y explorando la boca de ella. Saboreándose el uno
al otro y viceversa. Los dientes mordiendo sus labios con deseo. Ella extraña
el beso más que cualquier otra cosa.
Por
lo tanto, ella vuelve a esperar, anticipadamente, a soñar con el próximo
momento, pero esta vez es diferente, esta vez es seguro y cierto. No hay dudas,
no hay “qué pasaría si…,” sólo el anhelo, el deseo, el burbujeo de pura alegría
en el siguiente beso. Sólo quedan días…
¿Quién
no ha vivido experiencias similares por Internet como la protagonista de este
escrito? ¿Quién no se ha enamorado por este medio y ha soñado con ese primer
beso?
Un beso no dado, es un momento de alegría y goce desperdiciado.
Se conocen personas maravillosas por internet y la espera se vuelve promesa y el beso anhelo y el anhelo causa alegría.
ResponderEliminarAbrazo
Es que Internet revolucionó la comunicación entre las personas, se derribaron muros incomprensibles para acercanos a todos, y sin la barrera de los tiempos...
EliminarUn abrazo