martes, 3 de enero de 2017

A través de las gafas

A veces, creo que ella es una masoquista agotadora. No su lado masoquista, puesto que esa parte es divertida. Sin embargo, las reacciones de otras personas ante su lado masoquista son completamente diferentes.

Se sorprendió descubrir que le gustaba jugar con agujas. Durante años, les tuvo fobia a las inyecciones (era el resultado de largos tratamientos a base de inyecciones). Ser capaz de tener sesiones jugando con agujas, fue todo un triunfo para ella. Una ansiedad que había superado. Un miedo que había vencido. El juego de las agujas también ofrece un brote salvaje de adrenalina y endorfinas, a diferencia de cualquier otra cosa que ella hiciera. Es feroz e inmediato. Al igual que algunas de las reacciones a los mismos.

Desde hace muchos años, hay un concepto en sociología llamado el espejo de cristal. La idea es que desarrollamos nuestra identidad, nuestro yo, a través de las interacciones sociales. Necesitamos a los demás para comprender nuestro yo. Algunas de las reacciones que encontró, la hicieron preguntarse, si el juego de las agujas era un paso que iba demasiado lejos. Como si ella se hubiera perdido en algún lugar del camino. No sabía cómo reconciliar lo que sentía con algunas de las reflexiones que procedían de los demás.

Durante el tiempo que pudo recordar, había sido motivada por una tranquila búsqueda de aprobación. Parte de ella, se encontraba en su género y la programación social que acompaña a la sensibilidad ante las opiniones de los demás. Otra parte, estaba ligada a su educación fundamentalista, dirigida por unos padres devotos por adherirse a expectativas sociales. Y otra parte muy importante, procedía de su estatus como hija mayor, lastrada por reglas y responsabilidades. Ella no estaba encadenada a los problemas de los demás, pero le importaban. La aprobación es parte de lo que está ligada a su orientación sumisa: Es por qué la frase “chica buena,” la tranquiliza y relaja durante las sesiones.

El deseo de aprobación es lo que la llevó a retroceder y preguntarse si ella había ido demasiado lejos al abrazar el juego de las agujas. En las oscuras horas de una mañana, se preguntaba si había traspasado esa línea invisible donde una persona razonable la amaría. Como muchas cosas, se preguntaba en las oscuras horas de la madrugada, de si traerlas a la luz y despojarlas de su poder antes del amanecer.

Le ha llevado mucho tiempo el darse cuenta de que las reacciones de los demás no son necesariamente sobre ella o sobre una reflexión suya. Le llevó tiempo redibujar los límites alrededor de cómo se sentía y cómo se veía a sí misma. Las opiniones de los demás todavía le importaban. Pero con respecto a su yo masoquista, solía tomar prestada una frase de una amiga: “Si no te gustan mis pecas, deja de contarlas. Me gustan tal y como son.”

2 comentarios:

  1. Esta entrada me hace pensar que aún me sorprende las cosas que deseo hacer o que me hagan...

    Lo único que sé que le he entregado mi cuerpo y alma a mi dueño y señor para que moldee a su antojo, porque así lo deseo.

    ¿Agujas? ...

    Cin

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  2. Me da repelús sólo de pensar en las agujas.

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