No es un juego de rol, es jugar con nuestros roles

Cuando tengo una sesión, no es un acto. No estoy pretendiendo estar dominando o intimidando. Sólo me estoy permitiendo liberar una parte de mi personalidad que, a menudo, mantengo enterrada la mayor parte. Mis ojos cambian físicamente durante la sesión. Se vuelven más oscuros y el brillo suave desaparece. No estoy creando hambre, sólo estoy alimentándola.

Puedo ser intimidante, dominante, sensual, intenso y gratificante para nosotros dos. Mi rol natural es el de un dominante, no porque yo sea un hombre, sino más bien por el tipo de persona que soy. Me excita estar en el control, me gusta la idea de tener a mi sumisa atada e indefensa, para oír su gemido con cada golpe contra su culo desnudo, suave, y para convertir esos gemidos en una dulce canción de sumisión. Para hacerla querer más y ser cogida violentamente y con una pasión increíble. Para ser puesta contra una pared, como un Picasso, y ser admirada, como la obra de arte sensual que ella es.

                                                                                                   

Cuando la domino, no estoy fingiendo estar al cargo. Estoy haciéndome cargo, y creando un momento, que es real y lleno de mutuos deseos, que se están realizando continuamente hasta que nos colapsamos en un charco de satisfacción. Ella no pretende ser mi sumisa.  Su sumisión es tan real como el aire que respiramos, y tan necesaria para nosotros dos.

 

No es un juego de roles, simplemente, estamos jugando con nuestros roles naturales. Esto es lo que somos, así es cómo expresamos nuestra hambre natural y ambos alimentamos mutuamente nuestras necesidades.