Cuando
te arrodillas ante mí, estás diciendo que eres mía, pero, la verdad, es que no
es tan visible, y que soy completamente tuyo, cuando lo haces.
Cuando
dejas que te ate, estás diciendo que confías en mí de una manera explícita y,
con tal confianza, que no te haré daño de ninguna de las maneras que no deseas
que te haga. Mientras estés atada e incapaz de moverte, pondré en libertad tus
deseos más profundos y danzarán junto con los míos, para crear un momento de
pura sensualidad y comprensión.
Cuando
dejas que te vende los ojos, estás diciendo que no necesitas verme para
conocerme, pues el conocimiento de mi ser, es tan claro y preciso que, incluso
sin verme, cada detalle mío permanece persistentemente en tu alma.
Cuando
dejas que te azote y golpee, estás diciendo que nos comprendemos el uno al otro,
de tal manera, que pocas personas pueden, que estamos equilibrando la necesidad
de dolor, desde el donante al receptor, y que el equilibrio de nuestras
necesidades oscuras e intimidantes, nos acercan tanto como dos personas puedan
estar.
Cuando
me das tu sumisión, estás diciendo que me amas, como nadie podría hacerlo. Hay
otras sumisas que podrían arrodillarse, que podrían permitir que mi lado sádico
sea alimentado, que podrían confiar libremente y entregarse sin el deseo de
recibir. Pero, ninguna de ellas sería exactamente igual que tú. Yo no quiero
una sumisa, sólo quiero su sumisión.
Cuando
digo esto, estoy diciendo que te amo, y sólo a ti.
Es muy hermosa esta entrada...siempre he creido que son ambos, dominante y sumiso, quienes se entregan el uno al otro. No entiendo por qué se supone que es algo solo aplicable a la parte sumisa...
ResponderEliminarPor otro lado, disfruto mucho con su manera de despertar pasiones con sus escritos :)
Todo es mutuo.
ResponderEliminarQué es un D sin una sumisa? Nada.
Qué es la sumisa sin el D? Tampoco nada.
Más claro el agua.
Paula
wow
ResponderEliminarExquisita declaración y/o confirmación de su amor...
ResponderEliminarCin