Ella se acostó allí, con su cara presionada contra el suave
algodón que cubría la cama debajo de ella. Sus dedos se enredaron entre su
cabello. Al principio, sus dedos se anudaban en su cabello para tirar de su
cabeza hacia atrás, para acercarla más. Ahora, sus dedos se aferraban con
fuerza, mientras la sostenía. Sus últimos golpes contra su carne hinchada
palpitaban profundamente dentro de ella. Los muslos de él separaron sus piernas
más ampliamente, mientras su cuerpo se endurecía y su gruñido gutural lo
seguía. Siempre, en su manera de cuidarla, ella había experimentado varios orgasmos
antes de que él buscara su propia liberación. La había usado bien esta noche.
Le había gustado y ella se había ganado su recompensa.
“Dulce princesa,
déjame cuidarte ahora.”
Sus dedos se
desenredaron con suavidad de su cabello antes de acariciarla delicadamente y
con ternura. Disminuyendo el dolor mordiente que cada hebra había sufrido.
Lentamente, él se alejó de su cuerpo con el conocimiento de cuán hipersensible
la carne de ella pudiera estar. Al abrazarla con un brazo para colocar su mano
plana contra su estómago, la guió para sentarla. Sus rodillas temblaron con una
tensión fantasmal, al igual que sus brazos. Ella lloró en silencio, mientras
toda la presión causada durante estas horas pasadas, lentamente empezó a
desvanecerse.
Arrodillándose junto
a la cadera de ella, comenzó su ritual del cuidado posterior. Sus cálidas manos
se movieron despacio por su espalda. Empezando por sus hombros para masajearlos
suavemente, para aliviar los músculos de la tensión. Luego, las manos se
movieron lentamente por su espalda para descansar ligeramente contra sus
caderas para darle un apretón suave antes de que él se alejara. Ella apoyó la
cabeza en sus propios brazos cruzados y cerró los ojos. Se quedaron callados.
Nada se dijo del consuelo que le dio en ese lugar especial
Ella oye el ruido de
una tapa que gira lentamente y poniéndola encima de la mesita de noche. El
aroma celestial de lavanda y salvia cosquillearon a los sentidos de ella. Un
suave ronquido de placer se escapó de sus cansados labios y ella movió sus doloridas
caderas como anticipándose. El ruido de sus manos frotándose junto a sus oídos.
Ella jadeó cuando sus dedos se cerraron alrededor de sus tobillos. Frotando por
zonas suaves, y lentos. Con movimientos hacia arriba y hacia abajo, mientras
ascendían a lo largo de sus piernas. Pausando brevemente para apretar los
músculos de sus pantorrillas, haciéndoles cosquillas por la parte de atrás de las
rodillas, y finalmente, justo debajo de sus muslos.
Su caricia desapareció
momentáneamente para retornar cubierto con la crema terapéutica y sedosa. Ella
se estremeció, cuando las puntas de sus dedos apenas rozaron las pestañas que
decoraban la parte superior de sus muslos. La crudeza era casi insoportable.
Nuevas lágrimas corrieron por las mejillas de ella sobre las grietas secas de
antes. Ella se frotó la nariz con su codo curvado buscando consuelo. Su toque
fue reconfortante, pero llegó con un precio muy alto. Gritando, mientras sus
dedos se movían contra la redondez suave de su trasero, ella se mordía su
antebrazo.
“Shuuush, princesa,
estoy casi listo. Lo hiciste muy bien esta noche. Me has complacido más de lo
que imaginas.”
Ella dejó que su
mente se tranquilizara. Dejándola con las sensaciones espinosas que el flogger
le había causado. El calor de sus muslos y las nalgas eran un recordatorio del
placer de ambos. Aspiró la lavanda y la salvia. Calmó sus músculos en estado
relajante, entrando en su interior. Centrándose sólo en su toque amoroso. Disfrutando
de la decadencia como una nube que ofrece su postratamiento.
Que bonito!
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