Ella
me ha pedido que azote su culo hasta que grite. Incluso, dijo que si me rogaba
que parase, ella quería que yo continuara. Para traer su pasado a su zona de confort,
más allá de sus dudas y de sus pensamientos. Dijo que necesitaba ser atada, con
los ojos vendados y que la azotara duramente. Lo mejor de todo, es que ella
necesitaba dejarse llevar.
Yo
necesitaba ser capaz de abrazar mis deseos sádicos con alguien a quien
realmente amaba. La necesitaba para que me viera en ese estado, jadeando y
gruñendo con cada azote de mi fusta, estrellándola contra su cuerpo tranquilo.
Necesitaba dejarla ir y abrazar su confianza, protegerla, honrarla y darle las
marcas y moratones que ella, desesperadamente, quería. Por encima de todo, yo
tenía que romper sus paredes, así pues, puedo ser quien la lleve de vuelta a su
seguridad, dentro de mis brazos amorosos y compartir un momento de pura
confianza y comprensión.
Ella
quería dejar de lado todo el malestar que se había llevado consigo, de sus
propias dudas, de casi todo lo que estaba siendo presionada y que la impedía
dormir, respirar o sonreír. Quería que mi poder la removiera para eliminar
todos sus problemas. Aunque sólo fuera temporalmente. La única cosa, en la que
ella podía centrarse, era en el dolor. Cada atronador azote sobre su culo
desnudo hacía eco en su alma. Al principio, ella se tensaba sólo para liberar
su ser de la servidumbre de odio hacia ella misma. Luego, se relajaba y
comenzaba a moderarse en la mente, tranquila y sublime, de su naturaleza
sumisa.
La
sensación de ardor de su culo inflamado, y muy sensible, se estaba haciendo
cada vez más difícil de soportar cada cachete. Pero ella lo recibía, aceptaba
más, hasta que se estremeció, tembló y lloró. Las lágrimas vinieron pesadas y raudas.
Ella sollozaba, como si estuviera en medio de una tragedia. Estaba trágicamente
hermosa. Confinada, construyendo el momento de la destrucción auto impuesta.
Nos encantó virar lo feo a hermoso.
Ella
permanecía todavía atada a su estómago, pero era libre. Libre de una manera que
solamente este momento podría permitir.
Yo
estaba de pie al lado de ella, pero en esencia, nunca había estado con ella, y
menos, en el sentido literal de la palabra, cada vez que hemos experimentado
ese momento.
Ella
fue desatada y la abracé con rapidez y la sostuve apretada contra mí. Luego, la
consolé y la hice sentirse segura y fortalecida. Frotó su nariz contra mí, como
lo haría una gata. Las lágrimas todavía sentadas en sus mejillas, pero su
sonrisa radiaba brillantemente cuando fue acariciada y llevada a cabo. Le
acaricié el pelo y le besé ligeramente las lágrimas. Con unas pocas palabras de
afecto, colocadas amablemente en su alma, ella empezó a flotar en las nubes,
devanando en el subespacio con un resplandor luminoso sobre ella. Ésta se
sentía a gusto en su nuevo estado de dicha encontrado. Donde la tensión y la
duda, una vez residieron, ahora yacía una mujer hermosa y amable que era más
feliz y se sentía más contenta y segura.
Por
encima de todo, aunque hubiera sido solamente durante un momento, ella estaba
libre de todo lo que torturaba su alma, y esa libertad, nos liberaba a los dos
y siempre apreciaré la primera vez que la hice llorar con un buen azote.
Es muy hermoso, aunque a veces llorar no es tan fácil...
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