martes, 27 de junio de 2017

Lágrimas de confianza

Ella me ha pedido que azote su culo hasta que grite. Incluso, dijo que si me rogaba que parase, ella quería que yo continuara. Para traer su pasado a su zona de confort, más allá de sus dudas y de sus pensamientos. Dijo que necesitaba ser atada, con los ojos vendados y que la azotara duramente. Lo mejor de todo, es que ella necesitaba dejarse llevar.

Yo necesitaba ser capaz de abrazar mis deseos sádicos con alguien a quien realmente amaba. La necesitaba para que me viera en ese estado, jadeando y gruñendo con cada azote de mi fusta, estrellándola contra su cuerpo tranquilo. Necesitaba dejarla ir y abrazar su confianza, protegerla, honrarla y darle las marcas y moratones que ella, desesperadamente, quería. Por encima de todo, yo tenía que romper sus paredes, así pues, puedo ser quien la lleve de vuelta a su seguridad, dentro de mis brazos amorosos y compartir un momento de pura confianza y comprensión.

Ella quería dejar de lado todo el malestar que se había llevado consigo, de sus propias dudas, de casi todo lo que estaba siendo presionada y que la impedía dormir, respirar o sonreír. Quería que mi poder la removiera para eliminar todos sus problemas. Aunque sólo fuera temporalmente. La única cosa, en la que ella podía centrarse, era en el dolor. Cada atronador azote sobre su culo desnudo hacía eco en su alma. Al principio, ella se tensaba sólo para liberar su ser de la servidumbre de odio hacia ella misma. Luego, se relajaba y comenzaba a moderarse en la mente, tranquila y sublime, de su naturaleza sumisa.

La sensación de ardor de su culo inflamado, y muy sensible, se estaba haciendo cada vez más difícil de soportar cada cachete. Pero ella lo recibía, aceptaba más, hasta que se estremeció, tembló y lloró. Las lágrimas vinieron pesadas y raudas. Ella sollozaba, como si estuviera en medio de una tragedia. Estaba trágicamente hermosa. Confinada, construyendo el momento de la destrucción auto impuesta. Nos encantó virar lo feo a hermoso.

Ella permanecía todavía atada a su estómago, pero era libre. Libre de una manera que solamente este momento podría permitir.

Yo estaba de pie al lado de ella, pero en esencia, nunca había estado con ella, y menos, en el sentido literal de la palabra, cada vez que hemos experimentado ese momento.

Ella fue desatada y la abracé con rapidez y la sostuve apretada contra mí. Luego, la consolé y la hice sentirse segura y fortalecida. Frotó su nariz contra mí, como lo haría una gata. Las lágrimas todavía sentadas en sus mejillas, pero su sonrisa radiaba brillantemente cuando fue acariciada y llevada a cabo. Le acaricié el pelo y le besé ligeramente las lágrimas. Con unas pocas palabras de afecto, colocadas amablemente en su alma, ella empezó a flotar en las nubes, devanando en el subespacio con un resplandor luminoso sobre ella. Ésta se sentía a gusto en su nuevo estado de dicha encontrado. Donde la tensión y la duda, una vez residieron, ahora yacía una mujer hermosa y amable que era más feliz y se sentía más contenta y segura.

Por encima de todo, aunque hubiera sido solamente durante un momento, ella estaba libre de todo lo que torturaba su alma, y esa libertad, nos liberaba a los dos y siempre apreciaré la primera vez que la hice llorar con un buen azote.

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