Cada vez que ella escribe “Sí, señor,” lo dice con tanto respeto y
verdad, que él la quiere proteger a toda cosa. Fue ella quien dijo que creía en él y la confianza que le otorgaba
era pura belleza y, mientras él quiere azotarla y dejarla dolorida en el
contexto de una sesión, esto iba a ser llevado a cabo con un entendimiento
claro y ella se sentiría amada en el proceso. Ella necesita que él sea directo,
decisivo y, sobre todo, consciente de ella y de todo lo que conlleva. Se
preocuparía de ella en todos los sentidos de la palabra. El “Sí, señor,”
inspiraba a su Dominante justo a hacer eso.
Cada vez que ella escribe “Sí,
señor,” significa que quiere ser poseída en el momento, como la dulce y amable
sumisa y masoquista que le encanta ser. Quiere renunciar a sus decisiones, no
para sentirse maltratada o manipulada o abusada, sino para poder sentirse
segura en las decisiones que él tomara por ella. Cuando se suelte, conseguirá un estado de ánimo pacífico en el
proceso y su alma se sentirá segura bajo el liderazgo de su dominante y confortada
al saber que, mientras él tuviera el poder de destruirla, no lo haría. Existe
un poder en ese conocimiento que es imposible de ignorar.
Cada vez que ella escribe “Sí, señor,” le permite saber que su cuerpo
necesita ser tratado bruscamente. Su cabello necesita ser jalado y estaría
obligada a moverse en la dirección que le indicara. Iba a ser forzada a ser la
sombra sumisa de su dominante. Su sexo necesita ser acariciado, abofeteado y
follado con dureza y durante un tiempo largo. Necesita sentirse hermosa,
decidida y, sobre todo, como su sumisa buena y masoquista.
Cada vez que ella escribe “Sí, señor,” es magia pura para su dominante.
Le hace sentirse en casa y dejarle sentir como si estuviera en su propio lugar,
con la mano sobre su collar y envolviéndola con su amor. Él se sentiría fuerte,
con la necesidad de tener la responsabilidad de cuidarla y liderarla, de tal
manera, que les permitiera a ambos unirse dentro de ese intercambio de energía.
Es su continuo consentimiento a someterse el que hace que la mente de su
dominante se eleve y su corazón estalle con admiración hacia ella. Sería su
princesa y él su Señor. Él hará cualquier cosa para que su bienestar esté
siempre protegido.
Con un par de cachetes sobre su tierno trasero y con la fuerza de su
mano derecha, ella será capaz de perderse en las acciones de su dominante, en sus
palabras, en aquellas mismas palabras que le hablaban de afecto, de liderazgo,
de deseo… y ella se sentiría en orden, sirviendo y en casa, sobre sus rodillas.
Cada vez que ella escribe “Sí, señor,” estaba diciendo sí a todo lo que
les hacía especiales y hacía que todo funcionara, porque sin ese “Sí, señor,”
no había intercambio de poder, solamente existiría el abuso. Ese “Sí, señor,”
es amor para su dominante, era ella, era todo lo que ambos eran como una pareja
D/s.
En una palabra, cada vez que escribía “Sí, señor,” ella estaba diciendo
sí al momento y no había nada más grande que un momento con ella. Ese “Sí,
señor,” era sólo eso, era su todo para su Dominante.
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