“Recuerda que quería esto,” las palabras susurradas salieron de sus
labios. Acariciando la concha de su oreja. Ella cogió el lóbulo suave y sedoso
entre sus dientes. Mordiéndolo de broma. Él se estremeció. Sacudiendo la cabeza
hacia un lado. La respiración entrecortada de ella, en un arrebato de emoción, se
unió a la de él.
“Cuando me libere, serás mía,” él gruñó. Los dedos de sus manos empujaron
con fuerza contra el interior de las rodillas de ella. Buscando alivio.
Tratando de encontrar una debilidad en el asimiento. El brazo derecho de ella
descansaba junto a la garganta de él. La muñeca de ella presionaba en su
manzana de Adán. Estaba inclinada sobre la espalda de él. La longitud de sus
piernas envueltas alrededor de la mitad de su cuerpo, uniéndose con los
tobillos entrecruzados.
“Eso es lo que piensas,” dijo ella.
La conversación inicial entre ellos
había sido feroz. Con el paso de los minutos, las palabras habían terminado en
un tono seductor. Estar envuelta alrededor de él, la excitaba. Al cambiar ella
de posición, su cadera se deslizó alrededor de él. Ahora, ella estaba encima.
Encaramada en su pecho. Sus rodillas presionando hacia abajo sus brazos. El
pelo de ella, colgando a modo de cortina enmarañada, escondiendo su sonrisa
presumida. Sus labios se tensaron en un ceño fruncido, mientras el cuerpo
inferior él se contraía contra el de ella, buscando un escape.
“No quiero hacerte daño,” el labio inferior de ella tembló con estas
palabras. Sus ojos avellanados se encontraron con los azules de ella. Las
emociones, como las olas del mar, pasaron entre ellos. Queriendo que esto
durase para siempre. Las rodillas de ella, apretadas entre sí. Buscando
refugio. Sería de corta duración. Las caderas empujando contra ella. El
momentum se sobrepuso a ella. El hambre era ahora la presa.
“No creeo que ahora tengas que preocuparte por eso,” dijo él. Su nariz se
sumergió en el suave hueco de la clavícula de ella. Inhalando bruscamente su
olor. Él olía su excitación. Los latidos de su corazón ya no bombeaban con
adrenalina. Se había frenado en la anticipación. Sus corazones empezaron a
sincronizarse. Su aliento se apoderó de ella. La punta de su lengua siguió el
camino que habían recorrido las gotas de sudor.
Hacia abajo, por el interior del leotardo de ella. Barriendo la humedad
dulce y salada.
“Ohhh…,” exclamó ella. Las palabras dejaron de formarse en la parte
posterior de su garganta. Apenas podía tragar, cuando sus dedos buscaron paso
bajo la alta pierna cortada de poliamida. Ella era de él. Éste sabía que le
había ganado. Los muslos de ella se separaron por su propia voluntad, acogiendo
con beneplácito esos largos dedos. Las rugosas yemas de sus dedos provocaban
que la perla de su esencia ardiera.
“Puede que yo haya deseado esto. Pero, tú lo pedías.” Sus palabras la
paralizaron. Ella ya no luchaba en su interior. Le dejó que controlara. Le
permitió la victoria. Le dejó que pasara bajo la línea de la victoria.
Excitante juego de intercambio de poder.
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