domingo, 26 de febrero de 2017

Pedirlo

“Recuerda que quería esto,” las palabras susurradas salieron de sus labios. Acariciando la concha de su oreja. Ella cogió el lóbulo suave y sedoso entre sus dientes. Mordiéndolo de broma. Él se estremeció. Sacudiendo la cabeza hacia un lado. La respiración entrecortada de ella, en un arrebato de emoción, se unió a la de él.

“Cuando me libere, serás mía,” él gruñó. Los dedos de sus manos empujaron con fuerza contra el interior de las rodillas de ella. Buscando alivio. Tratando de encontrar una debilidad en el asimiento. El brazo derecho de ella descansaba junto a la garganta de él. La muñeca de ella presionaba en su manzana de Adán. Estaba inclinada sobre la espalda de él. La longitud de sus piernas envueltas alrededor de la mitad de su cuerpo, uniéndose con los tobillos entrecruzados.

“Eso es lo que piensas,” dijo ella.

La conversación inicial entre ellos había sido feroz. Con el paso de los minutos, las palabras habían terminado en un tono seductor. Estar envuelta alrededor de él, la excitaba. Al cambiar ella de posición, su cadera se deslizó alrededor de él. Ahora, ella estaba encima. Encaramada en su pecho. Sus rodillas presionando hacia abajo sus brazos. El pelo de ella, colgando a modo de cortina enmarañada, escondiendo su sonrisa presumida. Sus labios se tensaron en un ceño fruncido, mientras el cuerpo inferior él se contraía contra el de ella, buscando un escape.

“No quiero hacerte daño,” el labio inferior de ella tembló con estas palabras. Sus ojos avellanados se encontraron con los azules de ella. Las emociones, como las olas del mar, pasaron entre ellos. Queriendo que esto durase para siempre. Las rodillas de ella, apretadas entre sí. Buscando refugio. Sería de corta duración. Las caderas empujando contra ella. El momentum se sobrepuso a ella. El hambre era ahora la presa.

“No creeo que ahora tengas que preocuparte por eso,” dijo él. Su nariz se sumergió en el suave hueco de la clavícula de ella. Inhalando bruscamente su olor. Él olía su excitación. Los latidos de su corazón ya no bombeaban con adrenalina. Se había frenado en la anticipación. Sus corazones empezaron a sincronizarse. Su aliento se apoderó de ella. La punta de su lengua siguió el camino que habían recorrido las gotas de sudor.  Hacia abajo, por el interior del leotardo de ella. Barriendo la humedad dulce y salada.

“Ohhh…,” exclamó ella. Las palabras dejaron de formarse en la parte posterior de su garganta. Apenas podía tragar, cuando sus dedos buscaron paso bajo la alta pierna cortada de poliamida. Ella era de él. Éste sabía que le había ganado. Los muslos de ella se separaron por su propia voluntad, acogiendo con beneplácito esos largos dedos. Las rugosas yemas de sus dedos provocaban que la perla de su esencia ardiera.

“Puede que yo haya deseado esto. Pero, tú lo pedías.” Sus palabras la paralizaron. Ella ya no luchaba en su interior. Le dejó que controlara. Le permitió la victoria. Le dejó que pasara bajo la línea de la victoria.

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