“¿Qué debemos crear? Él había
preguntado una vez, arrodillado sobre las arenas rosadas, la pala y el cubo
cerca. La marea avanzaba hacia adentro, arrastró lo que pudo, y luego se
empotró.
“Algo hermoso,” ella había respondido con los ojos brillantes de asombro.
Él miraba por la ventana de su dormitorio. Ellos habían comercializado
arena de suelo blando durante muchos años. Él miraba a las rosas que ellos
habían plantado. Azules. Rojas. Púrpuras. Treinta plantas en total. Una por
cada año de su matrimonio.
Una por cada año que habían pasado juntos.
Las luces girando perforaban la oscuridad, acercándose. Una última
formalidad.
“Algo hermoso,” él exhaló, acoplándose a ella, una vez más.
Si no es para crear algo hermoso, mejor no ser creador :). Ataecina.
ResponderEliminarQue dulce y tierno escenario.
ResponderEliminar