sábado, 18 de febrero de 2017

Reflexiones desde la carretera

Le encanta la sensación de mis esposas de cuero alrededor de sus muñecas y tobillos, porque la atan con firmeza a la cama, dejándola expuesta y abierta para mi uso.

Le encanta la sensación de mis cuerdas, envueltas y anudadas contra su piel, retorciéndose en posiciones agradables ante mis ojos.

Le encanta el dolor de mi fusta, mi cane y mano. Hacerla jadear y dejándole los huesos doloridos y los músculos endurecidos. Incapaz de moverse para evitar que el dolor se extienda.

Le encanta la sensación de mi peso sobre su espalda, inmovilizándola debajo de mí, desgarrando los sollozos y los gritos de su garganta, cuando la penetro.

Pero, lo que la une a mí, lo que la mantiene con firmeza en su sitio y la deja totalmente inmóvil, es dejarla en silencio dentro del círculo de mis brazos, cuando acaricio su pelo y beso su frente.

Esos momentos, son sus cadenas.

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