Soy
sádico. No, no golpeo a la gente al azar para verlas caer. No torturo a los animales y no tengo
interés en hacer daño a nadie que no quiera ser dañado. Pero, no se equivoque,
soy un sádico maldito. Los moratones y los verdugones me excitan más
rápidamente que las tetas y el culo. Oír gemir a una sumisa durante unos azotes
en una sesión, no es más gratificante que oír su gemido siendo follada. Soy
sádico y no me averguenzo de ello, sin embargo, no estoy seguro de por qué soy
lo que soy.
Le
abro la puerta a las mujeres. Nunca he golpeado a una mujer al margen de las
sesiones consensuadas. Ver a una persona cercana con dolor emocional, me haría
sentirme emocionalmente muy tocado. Me gusta levantar a alguien atraves de
palabras de aliento y acciones que no se limiten a decir que me importa, sino
demostrarle que lo hago. Procuro hacer todo eso, y todavía sigue mi hambre interior por
hacerle daño.
Ahora
bien, siempre hablaré hasta la saciedad sobre lo que me gustaría hacer antes de
hacer cualquier cosa, cuando se trata de una sesión. Pero, una vez que hayamos
dado el paso para encerrarnos y tener la sesión, estemos en el espacio donde
podamos despellejarnos y dejar que el hambre interior se alimente y mi conducta
salvaje y animal ruja fuera de mí, estoy en casa, enamorado de la libertad
bárbara para infligir dolor, placer y el desatino sobre la piel desnuda de mi
sumisa. Al ver que las marcas se hinchan, hace que mi hambre aumente y esté
saciado, es insaciable y nunca estaré satisfecho. Siempre voy a desear más.
¿Por qué
necesito hacer daño? Bueno, ahora no. Es un deseo, un hambre, una bestia
interior que podría ser reprimida, pero la razón, por la cual quiero hacer daño
de verdad, es porque puedo. Porque, cuando me encuentro con alguien que adora a
la bestia, que quiere provocar al animal que hay dentro de mí, los arañazos son
mucho más intensos. Bueno, esa es la respuesta. Quiero hacer daño para ser
amado, ser necesitado y aceptado. No quiero ser amado parcialmente, quiero ser
amado por completo.
Es una
parte de mí, como cualquier otra parte. No sé de dónde vino esa parte o lo que
significa a nivel psicológico. Sólo sé que está ahí, y la razón, por la que
quiero hacer daño, es porque un hambre interior anhela que la dejen salir.
No hay
mayor sensación que, cuando alguien se preocupa lo suficiente por mí, para
permitir que mi hambre sea saciada y llevar mis marcas, como el testimonio más
dulce de nuestra unión.
Que hermosa descripción.
ResponderEliminarInteresante..
ResponderEliminar"Le abro la puerta a las mujeres"...es una buena frase.
ResponderEliminarHubo un tiempo que también me preguntaba qué era yo, qué me definía, que era lo que yo era, sentía y quería.
Qué deseaba cuando "deseaba" sentir dolor.
No sé si puedo entrar en la definición de masoquista, porque el dolor en si me aterra. Cualquier tipo de dolor. El mío y el de los demás.
Pero "sentir" ser la "otra parte" de alguien...ahí es cuando me desdoblo y soy otra persona. Otra persona que en realidad soy yo.Es como verse desde arriba. Y ver a la mujer que le entrega la confianza a ese hombre para que saque de ella lo que él desee. Para crear esa amalgama a la que no sabes dar explicación pero que es real.
Es abrir esa puerta y dejarle entrar. Y dejar que utilice el dolor para desenterrar un millón de sensaciones, cada cual las suyas. Hay miles de ellas.
La combinación del dolor con el placer de saber que estás expuesto (por las dos partes) a un ser igual a ti. Que puede complementarte, que te da lo que necesitas, que te comprende, que no te juzga. Que está ahí sólo para sentir. Para sentir, cada uno en su nivel y en su relación, todo esas emociones, ese amor y esa unión que sólo se llega con el hambre de ser saciada, como bien dice usted.
Es perfecto.
Me encantó. Gracias!
Un saludo.
Sin saberlo, has hecho una descripción muy interesante y sincera de la sumisa masoquista.
ResponderEliminarEs entrañable este comentario. Te felicito,
Ben Alí