La
dominación y la sumisión son cosas extrañas. Requieren que tengas rasgos que
vayan contra el grano de su rol. Las sumisas necesitan fuerza, coraje y un
poder increíble. Los dominantes necesitan dulzura, humildad y una compasión
extrema. Son esos rasgos, los que parecen ser lo opuesto a los roles de las
sumisas, los que nos permiten dominar y, a las sumisas, someterse bajo cualquier
profundidad real.
Hay una
línea fina entre un dominante y un idiota. Existe una línea fina entre una
sumisa y un felpudo. Un dominante acepta el control. El idiota demanda el
control. Un dominante se gana el control. La única forma que un dominante puede
ganar el poder increíble, que puede ejercer sobre una sumisa, es mostrándole
que él nunca lo demanda. Espera ganárselo usando las partes amables de su
naturaleza.
La
sumisión no es algo que la sumisa inteligente decida dar, pero, si se va a
someter, debe venir desde un lugar muy profundo. Debe venir de una manera
natural. La sumisa debe sentir que su sumisión está siendo sacada de ella. Se
somete, cuando el dominante le muestra un amor y cuidado incondicional. Se
somete, porque le demuestra que puede confiar en su mayor vulnerabilidad. La
sumisión es intensamente íntima, y no va a exponer esa parte de ella, la cuál
es más probable que se juzgue y perjudique hasta que le demuestre que la
mantendrá suavemente.
Si
estás jugando y auto educándote sobre los riesgos de lo que estás haciendo, no
eres un dominante. Eres un idiota. Si estás exigiendo su sumisión, en vez de
amarla, no eres un dominante, eres algo inferior. Si insistes en su sumisión,
en vez de ganártela, no eres un dominante, eres algo inferior, en el mejor de
los casos, y un idiota, en el peor. Y esas distinciones importan, porque sin
ellas, la sumisa se arriesga a entregar demasiado poder a un posible dominante,
que no puede mantener con seguridad su sumisión.
Los
hombres que convierten a una sumisa en algo inferior, en vez de una sumisa
integra, tienen un rasgo en común, ellos no llevan esa dinámica en su vida
diaria. La sumisa se suele dar cuenta de que suena tan obvio, como que el cielo
es azul, pues se necesita mucho trabajo llevar la D/s a la vida cotidiana. Por
lo tanto, la única manera de hacerlo bien, es ser intrínsecamente dominante y,
esto significa, estar intrínsecamente aceptándolo.
La
dominación necesita salir de cada poro. Necesita
ser quien eres, en lugar de lo que eres.
Necesita venir de tu parte más suave y vulnerable. Así que lo diré de nuevo: Si eres una persona dura que no puedes
aceptar a una sumisa por quién y lo que es, no eres un dominante. Eres un
hombre, un “top,” como dicen los ingleses, sin llegar a ser dominante. Si no
eres una persona controladora, que no esté dispuesta a cavar en los lugares más
secretos y recónditos de una sumisa para llegar a conocerla íntimamente, antes
de exigir sumisión, no eres un dominante, eres un idiota.
Los
dominantes tienen un rasgo en común, muestran que lo aceptan todo de una
sumisa. Cada esquina oscura y arenosa. Todo lo que la avergüenza. Todo lo que ella quiere esconder.
Si la mujer es una sumisa natural, todo lo que realmente necesita someter, es
el amor, el tipo de amor que la hace libre para ser lo que es.
Nunca mejor explicado.. Qué pena que existan tan pocos dominantes que de verdad lo sean y disfruten con ello. Todo esto no deja de ser un baile y hay que saber bailarlo.
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