sábado, 25 de febrero de 2017

Tú no eres una sumisa mala

Hace unos días, recibí un mail de una sumisa que estaba preocupada, porque, debido a su enfermedad crónica, tenía “demasiados límites-” En días puntuales, la presión para conformarse está en lo más alto de su mente, porque hace que el consentimiento sea un problema farragoso. Con alguna frecuencia, he escrito sobre el tema del consentimiento y seguiré haciéndolo hasta que haya dicho todo lo que tenga que decir sobre el tema, porque me obsesiona.

¿Quedarse por los alrededores? De acuerdo, bien.

Su epilepsia y la historia de su trauma habían creado algunos límites que otras personas generalmente no tienen. No es una sumisa mala. Es humana. También es lo suficientemente valiosa para ser digna de un dominante que esté dispuesto a conocerla por lo que es, que haga un espacio para su enfermedad y que también quiera estar con ella. Ella quiere amar. Pero eso, la hace sentirse una sumisa mala. La hace sentirse normal. Porque no todos los límites de su enfermedad son permanentes. Con algunos de ellos, sólo necesita un dominante que la conozca lo suficientemente bien para ayudarla a cambiar lo que ella quiera cambiar con el tiempo.  Con otros, sólo necesita un hombre con un nivel extra de experiencia y hay dominantes en este mundo, que la tienen o están dispuestos a adquirirla.

Si no tienes un hueso masoquista en tu cuerpo, el cuál haya puesto un límite a todas las formas de sadismo, tú no eres una sumisa mala. Eres humana. Eres tú. Eres hermosa. Si tienes los suficientes desencadenantes para hacer que un dominante te amordace y tienes que prohibir un centenar de perversiones, no eres una sumisa mala. Eres tú y eres increíble. Si tienes miedo de experimentar y estás aterrorizada por el consenso no-consenso, no eres una sumisa mala. Eres perfecta en tu humanidad. Una sumisa mala no es alguien que tenga una enfermedad crónica que limite su manera de tener una sesión. No. Una sumisa mala no es una monogamista o una sumisa inexperta o una persona que utiliza su palabra de seguridad con demasiada frecuencia.

Como sumisa mala, no existe tal cosa.

Sólo hay personas: sumisas, dominantes, switchs, hedonistas, bravuconas… todos somos seres humanos. Estar en la comunidad D/s no requiere que usted cambie su personalidad por la de una lista cocinada de perversiones y habilidades.

Una sumisa buena es alguien que es auténticamente ella misma. Una sumisa buena es aquella que impone los límites que precisamente ella elige. Una sumisa buena es aquella que toma dolor cero o dolor que rompe el alma, precisamente porque quiere, pues no hay diferencia entre una buena sumisa y una buena persona. Se trata de principios, ética y autenticidad.

Si estás de mala gana, al ponerte bajo la coacción por el gusto de tu dominante, eres una buena sumisa, porque es poco probable que te hagas daño a ti misma y a tu dominante. Operas sólo bajo el consenso informado y entusiasta, por lo que es menos probable, que seas coaccionada. Esto te hace una sumisa buena. Si eres perfectamente imperfecta en tu individualidad, eres una sumisa buena, porque un dominante decente no quiere una fábrica de fetiches humanos. Quiere a una persona entera.

Si tienes ochenta y dos límites y dejas a cada maldito de ellos en tu lista para siempre, eres una sumisa buena, porque estás asumiendo la responsabilidad de tu felicidad y comodidad. Si tienes un reflejo de mordaza incurable, un mal sabor por los honores, un odio a los protocolos y, sin embargo, honras a todas esas cosas, eres una sumisa buena. Si eliges experimentar con esas cosas, porque genuinamente las quieres, eres una sumisa buena, porque te estás tratando con respeto.

Si alguien te obliga a poner tus límites difíciles a un lado, si te hacen sentirte avergonzada de tus preferencias, necesidades y límites, no eres una sumisa mala. Ellos son un mal dominante.

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