Parece dormido en el sofá de al lado. Parece tan tímido y tan poco
perverso…
“Y ¿si nos ven?”
La coge de la mano, se van a la habitación. “No te desnudes,” le susurra. “Voy a desnudarte yo.”
Muy lentamente, ella acerca su mano a su pelo, a su cuello, a su
cara, a su brazo… y automáticamente, como una luz de verano, le da calor con su
aliento y calidez con su boca, y ya no parece dormido. Y ahora, la atrae hacia
él y la chupa y la besa, y la muerde, y le duele, y él no para, y la excita y
estira y marca, y sigue…
“Y ¿si nos ven?”
La coge de la mano, se van a la habitación. “No te desnudes,” le susurra. “Voy a desnudarte yo.”
Y sin miramiento alguno, le baja los pantalones, le retira la
tanga, la pone de cara a la pared. Le tapa la boca, sus dedos la empapan. Y su
verga sigue metiéndose fuerte sin dejarla respirar. Sin dejarla gritar… y
mojando sus piernas… de ella y de él.
Y no puede parar, y no quiere parar. Y, sin sacarla de dentro, la
sienta y la obliga, tirando de su pelo, para que deje de chapotear.
“Porque te gusta escucharlo, ¿verdad?”
“Te gusta
escuchar cómo marco tu ritmo al intentar saltar
Y ahogo tu
placer, y te vuelvo a ahogar… y al terminar,
Me recoges la
ropa, me sonríes, te doy un beso tranquilo.
Y te digo al
oído:
“Tranquila,
preciosa, sigo dormido.”
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