Me miró, como quien mira al cielo,
cuando las nubes negras empiezan a poblarlo,
y resolvimos el encuentro con las persianas bajadas,
con las cortinas cerradas.
En la oscuridad buscada,
descubrimos brillos de silencios con los besos,
lenguas, bocas, aferrando las piernas al abismo.
Cuando se marchó, sentí su olor huyendo.
Subí las persianas, abrí las cortinas...
Y, a la luz del día, soñé que fué un
sueño.
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