A menudo, la llamaba “mi puta.” Ella se
deleitaba en ello. Se deleitaba por haber redescubierto su sensualidad y un
poderoso deseo sexual. Al principio, dejó bien claro que no quería que la
llamaran “puta” o “zorra.” Nunca había sido ninguna de las dos cosas. No
llegaba a entender cómo ser abordada de esta manera apoyaría su viaje hacia la
sumisión.
Pero, su sumisión la hacía humedecerse.
La llenaba de deseo. Gritaba por ser liberada. Quería liberarse una y otra vez.
Ella comenzó a llamarse puta. Mi puta se enorgullece de ser llamada “mi puta.”
Ella y su Dominante sabían que esta
palabra es usada a menudo como un término de abuso, pero también, con
frecuencia, por otras mujeres hacia otra mujer debido a su activa sexualidad.
Si un hombre tiene varias parejas, otros hombres se encelan. Ello es visto como
un signo de virilidad. Se puede considerar como una característica positiva. A
menudo, las mujeres se sienten atraídas por tales hombres más que ser
rechazados por su conducta. Su virilidad sexual es, en sí misma, atractiva. Sin
embargo, si una mujer tiene varias parejas, alardea de su sexualidad o viste
con un estilo sexualmente provocador, con frecuencia, es visto negativamente
por la sociedad y estigmatizada. La palabra “puta” se usa a menudo como un término
de abuso contra esas mujeres. En la vida real, al margen del mundo especial de
la D/s que compartimos, yo nunca llamaría a nadie puta. Es una palabra horrible
en ese contexto y no se me ocurriría usarla. Sin embargo, todo es cuestión de
contexto y comprensión.
Por lo tanto, cuando la llamaba “mi
zorra” estaba en el contexto de nuestra relación. En el mundo cotidiano de su
profesión y sus amistades, ella era una mujer un poco fría y reservada. Nadie
la habría llamado puta.
En la vida real, nunca la habría llamado
puta, pero me dí cuenta de que comenzaba a aflojarse un poco y disfrutaba
expresando un poco más de intimidad y contacto y se complacía con los
resultados. Pero, en nuestra relación estábamos habitando un lugar privado muy
especial donde podríamos ser cosas que a la sociedad no le gustaría y que ni
podríamos soñar estar fuera de ese mundo real.
En nuestro sitio especial, quería que
ella fuera una mujer desenfrenada que pudiera ser tan abierta y activa
sexualmente como ella deseara, sin la posibilidad de que la sociedad la
frenara. Quería que ella quisiera tener sexo con su Amo, que lo anhelara, que
también ansiara su placer sexual. Quería que ella estuviera totalmente
desinhibida al respecto. Entonces, si la llamaba puta, habíamos convertido el
juicio de valor en parte del significado de la palabra. Ya no era un término de
abuso porque, en la relación que habíamos creado, ser desenfrenada y
sexualmente activa era un rasgo positivo, no negativo. Por lo tanto, ser una
puta, se convirtió en una expresión de alabanza en lugar de amonestación.
Quería que ella fuera mi puta. Esa parte de su propósito en el mundo que
habíamos creado. Si le daba un cachete adicional porque era algo “prohibido”
que estaba haciendo, que había encontrado un lugar seguro para ser “mala,”
entonces, todo para bien. A veces, usar la palabra “puta,” puede aumentar ese
sentido.
Luego, ella era mi puta. Quizás había
ayudado a crear esa zorra. Los dos nos divertíamos siendo mi puta.
Pero, recientemente, otra amiga se llamó
a sí misma puta - aunque pensé, con cierta reserva – como si estuviera
preocupada de que pudiera sentirse avergonzada por una aventura sexual
reciente. Espero que ella pueda reclamar la palabra “puta como una
característica positiva – como una mujer que confía en su sexualidad y está
preparada para divertirse de la manera que quiera, siempre y cuando no haga
daño a nadie más.
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